Portadas de discos: "packaging" para la música


El diseño de las cubiertas de los discos, su presentación gráfica, su "embalaje", tienen su historia y su desarrollo. Repasamos el nacimiento de estas portadas, su vertiginoso crecimiento y también la deslumbrante creatividad desplegada en casos como los sellos discográficos de Jazz o la música Pop durante la época dorada de los vinilos.



Diseños de portadas de discos de Alex Steinweiss.




Primero fueron las pizarras y los vinilos, después los efímeros cassettes y, finalmente, a partir de 1983, los CD,s. Ahora el soporte físico se desvanece; es el tiempo del mp3 y la distribución de canciones vía iTunes.

Los discos, especialmente los de jazz y pop han aportado ejemplos de creatividad y buen diseño gráfico a lo largo de su historia, una corta pero intensa historia cuyos inicios se remontan a los años 40´ del siglo XX. 



Diseño de portada de disco de Alex Steinweiss.

Cómo nacieron las portadas de los discos



Cualquier producto que se fabrica en serie y se distribuye en comercios debe estar embalado, es decir, protegido, y además debe contener información en su exterior sobre su contenido y sus propiedades. En el caso de los discos de 78 revoluciones, hasta el año 1939 únicamente estaban provistos de un papel de estraza de color marrón o grisáceo con un espacio en el centro que permitía leer en el interior el nombre del autor y de la obra del disco.

Alex Steinweiss, que trabajaba como director artístico en la Columbia Records, pensó en incorporar una ilustración a aquellas tristes fundas. 


“Me parecía que aquello  recordaba Steinweiss no era forma de envolver algo tan hermoso como la música. Yo me imaginaba carteles a todo color que se relacionaran con el espíritu de la música que llevaba el disco, en lugar de aquellas bolsas marrones de papel”. 

Unos años más tarde, con la comercialización de los primeros Long Play de 33 revoluciones, Steinweiss y la Columbia produjeron el primer disco LP con su carátula de cartón diseñada con ilustración y tipografía, que fue imitado rápidamente por todas las compañías discográficas. 
Primera portada de Alex Steinweiss para la Columbia Records.
Primera carátula para disco diseñada de la historia.

Smash Song Hits by Rodgers and Hart fue el disco elegido para diseñar su portada. El motivo: las letras luminosas en la fachada de un teatro de Broadway que el propio Steinweiss se encargó de preparar para ser fotografiado y posteriormente colorear y reproducir. Desde aquel momento, y en tan solo unos meses, la venta de los discos aumentó vertiginosamente.

El diseñador trabajó para la compañía más de 25 años, y en ese tiempo creó más de un millar de portadas cuyos elementos gráficos él mismo dibujaba a mano, tanto las ilustraciones como los caracteres tipográficos. De su laborioso trabajo de lettering nos ha quedado la familia tipográfica Steinweis Scrawl (1951).

Fueron diseños de portadas de géneros distintos: clásica, comedia musical, jazz… Su estilo gráfico era heredero del modernismo y de los lenguajes visuales vanguardistas surgidos en las primeras décadas del siglo XX, así como de la vertiente más comercial que representaba el Art Decó. Con la llegada del rock&roll, de los 60´y de la incorporación masiva de la fotografía a las portadas, el estilo Steinweis se fue apagando poco a poco.

Comenzaba la edad de oro de la música pop con diseños que han quedado grabados en la memoria colectiva, y también, en el sector de las compañías especializadas en jazz se desarrollaría un lenguaje gráfico sumamente creativo, sofisticado e innovador.




Portada de disco del sello Blue Note.


La vanguardia gráfica del jazz


Como decía Ornette Colleman, músico de Free Jazz: “Creo que, en el mundo occidental, la cultura tiene algo que ver con el aspecto exterior. Una persona que esté creando un buen producto tiene que valorar que alguien se tome el tiempo de conseguir un envoltorio que encaje con lo que está haciendo.”

El jazz moderno, representado por sellos como Blue Note, Prestige o Impulse tuvo su mejor imagen gráfica. El caso más representativo es el de la Blue Note, con un estilo de diseño innovador, puesto de manifiesto a partir de 1956 por el trabajo creativo de Reid Miles y por la fotografía conceptual de Francis Wolf. 

Algunos de los elementos y recursos gráficos aportados por las portadas de Blue Note contenían manifestaciones tipográficas y cromáticas originales junto a una forma de entender la fotografía que se integraba magistralmente en el propio diseño de la cubierta, a veces ocupando espacios pequeños pero decisivos, en ocasiones teñidas por bitonos de color pero casi siempre mostrando al músico como artista vinculado a su instrumento. 



Portadas del sello Blue Note ilustradas por Andy Warhol.
Portadas del sello Blue Note ilustradas por Andy Warhol.

También, aunque de forma excepcional, el sello Blue Note recurría a la ilustración, con colaboradores de lujo, como Andy Warhol, que realizó el dibujo de portadas como Blue Lights de Kenny Burrell o Congregation, de Johnny Griffin.


Esas muestras tipográficas y cromáticas del diseño discográfico en el mundo del jazz se convertían a veces en expresiones abstractas, de la misma forma que el propio sonido del jazz, como es el caso del disco Olé de John Coltrane, para la Atlantic Records en 1961, diseñado por Jagel&Slutzky Graphics, o se dejaban llevar por las tendencias gráficas del momento, como la psicodelia. 

Diseño psicodélico para un disco de Chick Corea.

Ha existido siempre una clara vinculación estética entre fotografía, especialmente en blanco y negro, y jazz. Y esto lo describió como nadie el fotógrafo William Claxton: La fotografía es jazz para la vista. Igual que el jazz es la música o el arte del momento es espontáneo y ocurre instantáneamente, lo mismo ocurre con la fotografía. El jazz grabado y la fotografía son un proceso técnico que intenta captar y reproducir una emoción o experiencia para que pueda ser revivida años más tarde”.

Portada del sello CTi.
Portada del sello CTi.
Bob Ciano, diseñador de portadas de la CTI entre los últimos años sesenta y primeros setenta, también diseñador de revistas como Squire, Life, Forbes o The New York Times, consiguió que aquella compañía tan pequeña cuidara tanto el diseño y la producción de las portadas que las propias carátulas las utilizaban para promocionar el disco. De hecho, imprimían carátulas independientes que se exponían en las tiendas e incluso se vendían sin disco, y se coleccionaban.

“No importa la calidad artística que uno posea; lo que importa es cómo la presenta”. West Montgomery, guitarrista, reflejaba con estas palabras su progresiva comercialización hacia el pop en las últimas etapas de su carrera, y la deriva de su compañía Verve, que encargaba a los fotógrafos trabajos cada vez más convencionales basados en el más puro marketing de manual. 





Diseño de portada de Gary Burton del sello ECM.
Diseño característico del sello ECM.


Durante los años setenta y ochenta, desde Europa, el sello ECM, creado en Alemania por el contrabajista Manfred Eicher, se convirtió en la referencia del jazz de vanguardia con las grabaciones de músicos como Keith Jarrett, Pat Metheny, Jan Garbarek o Jack DeJohnette. A esos sonidos sofisticados y avanzados acompañaba un estilo gráfico en sus portadas inconfundible: limpio, elegante, austero, a veces frío, pero evocador, gracias a sus fotografías y sus pinturas abstractas.


Para fetichistas del pop


La música pop convirtió definitivamente el diseño de las portadas de los discos, especialmente de los álbumes, en objetos fetiche en los que se unía el poder de la música con el poder de la imagen, elemento éste clave de la propia cultura pop.

Son muchos los discos cuya imagen de portada se ha convertido en emblemática, en icono de una época, de los años 60´y 70´: Revolver, Sargent Peppers, Abbey Road o el Submarino Amarillo, de los Beatles. Algunas portadas de Pink Floyd, como The other side of the moon, de Velvet Underground con los diseños de Andy Warhol, o el London Calling de Clash, ya en plena era punk, son algunas muestras reconocidas por todos. 



Portada de London Calling de The Clash.

Esos años fueron de gran creatividad y desinhibición tanto para la música como para su comunicación gráfica. Se puede observar cómo se abandonan muchos de los tópicos de las imágenes de los artistas pop y se hacen incursiones por territorios visuales nuevos y desconocidos hasta el momento, creando portadas que se alejaban radicalmente de la lógica del marketing convencional. 

En muchos casos vence la experimentación frente a la rutina de la comercialización vacía y previsible: lenguajes gráficos e iconos nuevos para tiempos nuevos, que se fraguaban en ciudades como Londres, Nueva York o San Francisco.

¿La portada de un disco –como la de un libro– nos adelanta su contenido? ¿La iconografía del pop y del rock nos da pistas y nos sugiere el estilo de música que se va a encontrar en el interior?. Estas preguntas tienen difícil respuesta, pues en muchos casos se trata de lenguajes musicales nuevos para públicos nuevos: Ante esto, se buscan y presentan imágenes nuevas, rompedoras o se trata de emular lo que otros están haciendo o acaban de hacer (la inevitable tendencia) con evidente repercusión.


Portada del Submarino Amarillo.


Los Beatles son en sí mismos uno de los iconos más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Y la imagen de algunos de sus discos permanece grabada en la memoria de varias generaciones. En el caso de los dibujos del Yellow Submarine, ideados por Heinz Edelmann, mostraban los paisajes visuales imaginados de una época marcada por la psicodelia y las experiencias alucinógenas narradas en canciones como Lucy in the Sky with Diamonds (LSD).

El disco Velvet Underground & Nico, de 1967, cuya portada muestra un plátano dibujado por Andy Warhol, sigue provocando interpretaciones variadas y ambiguas, igual que la fotografía de los cuatro Beatles cruzando el paso de cebra de Abbey Road en 1969.



… Y la decadencia


Tras aquella explosión llegó la crisis del petróleo en 1973 y con ella el reajuste de presupuestos y el fin de las alegrías para los diseños de las cubiertas. Pocos años después el punk marcó un nuevo estilo, una nueva filosofía y, por supuesto, también una nueva estética. Era la antesala de los años ochenta, década en la que se transformaría radicalmente la industria discográfica. Estos cambios vendrían marcados por tres acontecimientos que señala el profesor Ismael López Medel. 


  • El primero de estos hitos fue la aparición del video musical, donde la imagen en movimiento relegaba a la portada gráfica como forma de lanzamiento publicitario. Como pronosticaba la canción: El video mató a la estrella de la radio.
  • También la aparición de la autoedición y el Macintosh de Apple transformó el diseño, haciéndolo accesible y barato.
  • Finalmente el lanzamiento del nuevo soporte digital CD, más pequeño que el Long Play y protegido por una caja de plástico lo hacían menos atractivo como objeto, y más fácil de copiar. 

Ahora, ya en el siglo XXI, la crisis en la que estamos inmersos no tiene precedentes conocidos. El consumo de la música se basa en archivos digitales que se distribuyen y reproducen en soportes digitales móviles. La industria discográfica se ha transformado radicalmente y la música es un intangible más. 




Diseño para un disco de Coltrane de la Atlantic Records.

Tras repasar esta pequeña historia de la comunicación gráfica en las portadas de los vinilos, tengo que confesar que, en ocasiones, he comprado discos, en gran parte, por su portada… Y en la mayoría de los casos, no me ha defraudado la música que contenía. 





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