La Comunicación No Verbal, explicada infográficamente


Cuando Flora Davis afirmó que “el cuerpo es el mensaje” estaba sintetizando en un slogan algo que ya se había demostrado científicamente: cuando nos dirigimos a los demás intentando transmitir un mensaje hablado, son precisamente los aspectos no verbales los que más importancia tienen en el éxito o el fracaso de esa comunicación.




Infografía sobre la Comunicación No Verbal, Rodrigo L. Alonso



Aspectos relacionados con lo que llamamos paralenguaje, como el tono o el timbre de la voz, las pausas, la velocidad o la intensidad al hablar, y también con la kinésica, que estudia los movimientos, las posturas, los gestos o las miradas, influyen bastante más en el resultado final que el propio contenido de nuestras palabras.

Es algo que debe estar muy presente y es importante conocerlo en el momento de hacer una presentación en público, de impartir una clase o de enfrentarse a una entrevista de trabajo.

Se trata, en esencia, de contar historias, de interesar a los demás, y como en cualquier cuento, que tenga un principio y un final. Para ello tenemos que ayudarnos también del lenguaje de nuestro propio cuerpo, de la mirada, del tono de voz… Pensemos en el esfuerzo de preparación de su discurso y de puesta en escena que realizan muchos políticos profesionales.



Cuánto influye la Comunicación No Verbal


La comunicación verbal –las palabras– supone únicamente un 7% del total, mientras que la voz –tono, volumen, entonación…– influye un 38%, y los movimientos y señales del cuerpo ascienden a un 55%, según los estudios de Albert Mehrabian (1974). Otras investigaciones como las de Roy Birdwhistell (1979) asignan un 40% a la comunicación verbal, sumando el lenguaje y el paralenguaje (las palabras y la voz), y un 60% a la comunicación no verbal.


Los estudios relacionados con la Comunicación No Verbal se abordan desde diferentes disciplinas, como la psicología, la antropología, la sociología o la didáctica, y tendrían posiblemente su punto de partida en La expresión de las emociones en el hombre y los animales, obra que publicó Charles Darwin en 1872. El momento de popularización llegaría con el libro de Flora Davis titulado precisamente La Comunicación No Verbal (1984).

Podemos pensar entonces que, en el momento de presentar, representar e interpretar lo que queremos transmitir a nuestros interlocutores, más de la mitad de nuestro esfuerzo de comunicación no va a tener mucho que ver con el contenido de nuestras palabras y nuestras ideas, sino más bien, con el lenguaje de nuestro cuerpo mientras hablamos. O lo que es lo mismo, con los movimientos de nuestro cuerpo, de la cabeza y de las manos, con las posturas y los gestos o con las miradas.

Nuestro cuerpo comunica. Y además se convierte en una importante carta de presentación. Supone la primera impresión (una primera impresión que muchas veces cuesta desmontar).

Nuestro aspecto, el cuidado personal, la vestimenta, transmiten también señales que nuestros receptores o interlocutores interpretan. También aquí es válido aquello de “el cuerpo es el mensaje” o aquel otro, también heredero de la Galaxia Mc Luhan de la época, “el medio es el embalaje”.

Se trata una vez más de un proceso mediante el cual se mandan y reciben mensajes por medio de las expresiones faciales, la mirada, los gestos, las posturas o el tono de voz. La cuestión es si esos mensajes son voluntarios e intencionados. O si, por el contrario, no ejercemos un control adecuado sobre todo ese código de comunicación.


Algunos consejos


Aunque, ante la duda, lo mejor es mostrarse natural y “creerse lo que se está diciendo”, hay algunas cuestiones elementales que debemos tener siempre presentes y llevarlas a la práctica:

  • Mirar a los ojos, manteniendo siempre el contacto visual para transmitir confianza y cercanía.
  • Utilizar un tono de voz adecuado a nuestro mensaje
  • Sonreir y mostrar interés
  • Asentir con la cabeza para mostrar acuerdo
  • Mover el cuerpo, y especialmente las manos, de forma natural para reforzar si es posible nuestras palabras.
  • Evitar algunas posturas como cruzar los brazos o las piernas, pues pueden denotar una actitud defensiva o de desconfianza.

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