Poetas ilustrados
Walt Whitman sigue siendo uno de los poetas más admirados a los 200 años de su nacimiento. Otros escritores como León Felipe o García Lorca manifestaron siempre su veneración hacia él. Estas ilustraciones también son un pequeño homenaje a los poetas.
Walt Whitman y sus Hojas de Hierba. Rodrigo L. Alonso. |
!Oh capitán, mi capitán!, versos escritos por Whitman y dedicados al presidente Abrahan Lincoln, fueron popularizados universalmente gracias a El club de los poetas muertos, película dirigida por Peter Weir y protagonizada por Robin Williams, que sin duda inspiró y acercó a millones de personas al universo de la poesía y a la figura del venerable barbudo.
La obra de este singular poeta norteamericano y muy especialmente de su Hojas de Hierba (Leaves of Grass), poemario que fue puliendo, ampliando y reeditando a lo largo de toda su vida, como una obra expansiva, viva, mutable, que iba creciendo con él y con su entorno. Se publicó por primera vez en 1955, y rompía con todos los convencionalismos literarios de la época, situándose en lo que hoy definiríamos como “experimental”.
Whitman, nacido en Long Island (1819-1892), de origen humilde, autodidacta, siempre se mostró como un radical defensor de la Democracia y de sus principios más profundos, en las diferentes ocupaciones que tuvo: carpintero, impresor, maestro, periodista, editor, auxiliar en hospitales de campaña durante la Guerra de Secesión.
León Felipe y la paráfrasis del Canto a mi mismo
En su particular homenaje, León Felipe presenta este extenso poema de Whitman como su momento más luminoso, donde están contenidos su doctrina y su mensaje, como “una sinfonía donde no falta ningún instrumento, ninguna voz, ningún paisaje”:
Quiero yo presentaros a este poeta
Se apellida Whitman
Pero Dios le llama Walt.
No tiene familia.
Es hijo de la tierra más que de la sangre, como todo norteamericano legítimo. Que en esto se diferencia del europeo. Y en esto se diferencia también el pionero del conquistador.
No tiene genealogía.
(...)
Le basta con saber que todos fueron hijos, como él, de la tierra y el viento, de esta tierra y de este viento de América.
León Felipe, que nunca dejó de lado su propia condición de exiliado y de hombre con conciencia de su tiempo y fiel a sus ideas, vio en Whitman al “hijo de la tierra más que de la sangre”, al “viejo camarada de Long Island”.
En cuanto al Canto a mi mismo, León Felipe afirmaba, “no es más que una invitación al heroísmo que se le hace al average man, al hombre de la calle”.
En cierto modo, León Felipe, consideró a Whitman, además de un modelo literario inspirador, su alter ego en la asunción de un compromiso ético, social y político, pues, como señaló Luis Cernuda, para los dos “el poeta es un profeta y no un artista, un profeta no tanto en el sentido de vidente, sino de dirigente”.
También León Felipe adoptó como Walt Whitman esa actitud unificadora que consideraba su trabajo como una sola cosa, un libro, un conjunto de hojas que van modificándose con la vida y sus avatares: “Toda mi poesía -escribía León Felipe- no es más que un solo y único poema”.
La Oda de García Lorca a Walt Whitman
(...)
Y tú, bello Walt Whitman, duerme a orillas del Hudson
con la barba hacia el polo y las manos abiertas.
Arcilla blanda o nieve, tu lengua está llamando
camaradas que velen tu gacela sin cuerpo.
Duerme, no queda nada.
Una danza de muros agita las praderas
y América se anega de máquinas y llanto.
Quiero que el aire fuerte de la noche más honda
quite flores y letras del arco donde duermes
y un niño negro anuncie a los blancos del oro
la llegada del reino de la espiga.