La sensación de dibujar a lápiz
Dibujos a mano, con lápiz, imperfectos y urgentes como la vida misma. Bocetos o trabajos más elaborados. El grafito tiene algo de atávico, que nos hace volver a los orígenes... a los primeros garabatos que hacíamos de niños.
Me gusta dibujar a lápiz sobre papel, sobre cualquier papel que tenga a mano. Es como tomar apuntes rápidos, de forma espontánea. El lápiz de grafito te da esa sensación de inmediatez, de que eres capaz de captar los medios tonos, la luz, las formas...
Dibujar es –como dice Peter Jenny– descubrir nuevas maneras de ver, y crear una realidad que no existía previamente. Las lineas, contornos y matices nos ayudan a completar lo que está delante de nosotros, pero que no pretende parecerse exactamente a algo previo.
Como escribió John Berger, "la fuerza del color no es nada comparada a la fuerza de la línea; la linea, que no existe en la naturaleza, pero que expone y demuestra lo tangible con mayor definición que la propia vista frente al objeto en cuestión".
En un viejo libro, que encontré en una almoneda, titulado Haga croquis¡ pude leer, entre otras muchas, estas acertadas recomendaciones que intento seguir siempre que puedo:
Procure dibujar tan despreocupadamente como escribe. No se interese por la calidad del trazo. Desenvuélvase con soltura y sin miedo. Dibuje con rapidez: siempre aprenderá más ejecutando diez dibujos en una hora que cuatro más cuidados en el mismo tiempo.
También me quedé con este consejo del autor de ese manual:
Observe y analice el objeto hasta que conozca bien su forma y entonces trace las líneas, seguro de sí mismo y de manera firme y resuelta. Si sus trazos son cortos y detenidos por sucesivas miradas al modelo quizás consiga mayor exactitud, pero el resultado será frío y falto de vida.