Dadá, a la vanguardia de la vanguardia


Fue el movimiento más radical de todas las vanguardias aparecidas en las primeras décadas del siglo XX. Los dadaístas pusieron en tela de juicio la idea de Arte con sus provocaciones, sus manifiestos y sus revistas. E influyeron en la gráfica y en la publicidad posterior.



Cartel collage dada


Tuvieron una breve y fragmentaria existencia (1916-1924) pero una prolongada influencia en las siguientes décadas del siglo XX. Los dadaístas eran provocadores, dispersos, contradictorios, heterogéneos… pero dejaron constancia de su enérgica existencia con más manifiestos y publicaciones que ningún otro grupo, movimiento o corriente, además de dar paso al surrealismo.

Los dadaístas eran, antes que nada, activistas que se manifestaban mediante las más diversas formas de expresión y proponían el "antiarte". El más intelectual y político de los movimientos artísticos era, también, consecuencia de un momento histórico y de un conflicto bélico en el que murieron 18 millones de personas.

Al no existir un “filtro” disciplinario, se puede afirmar que no mostraban un estilo propio o común, reconocible, como en el caso de los cubistas, los futuristas o los constructivistas.


Cabaret Voltaire


Hugo Ball, un joven escritor alemán, objetor de conciencia, se instaló en Zurich durante la Primera Guerra Mundial. Allí, el día 2 de febrero de 1916, abrió un pequeño local al que llamó Cabaret Voltaire. Con este nombre quería convertir este espacio destinado a círculo de jóvenes artistas, en un símbolo repleto del espíritu tolerante, libertario y crítico del filósofo y revolucionario francés. “Para nosotros –afirmaba Ball– el arte no es un fin en sí mismo, sino una oportunidad para tener una percepción real y crítica del tiempo en que vivimos”.

El poeta rumano Tristan Tzara se convirtió pronto en la cabeza visible y más activa de ese grupo de amigos que se reunían en aquel Cabaret Voltaire, en una ciudad neutral donde coexistían refugiados políticos, objetores, desertores, agentes secretos, artistas, poetas y exiliados.

Vladimir Ilich, Lenin, unos meses antes de ponerse al mando de la Revolución Rusa de octubre de 1917, era vecino del barrio, pasaba sus noches en el Cabaret Voltaire y jugando al ajedrez con el triunvirato dadaísta formado por Arp, Schwitters y Tzara.


Portadas de revistas dadaistas


Manifiestos Dadá   


El primer manifiesto Dadá fue presentado por Hugo Ball, un poema leído en la primera Fiesta Dada, celebrada el 14 de julio de 1916 en el Waag Hall de Zurich, una vez cerrado el Cabaret Voltaire. Fue una performance completa. Se había iniciado una activa sucesión de veladas, exposiciones, lecturas y, muy especialmente, de edición de revistas dadaístas.

Tristan Tzara dió a conocer este movimiento denominado Dadá mediante una serie de manifiestos que pretendían animar a una rebelión radical y subversiva del arte y la literatura contra una sociedad que había convertido Europa en un enorme cementerio.

En su Manifiesto Dadá, escrito y publicado por Tristan Tzara en 1918 se podía leer:

"Así nació Dadá de una necesidad de independencia, de desconfianza para la comunidad. Aquellos que nos pertenecen conservan su libertad. No reconocemos ninguna teoría. Estamos hartos de las academias cubistas y futuristas: laboratorios de ideas formales. ¿Es que se hace arte para ganar dinero y acariciar a los gentiles burgueses?"

En otro pasaje de su manifiesto, Tzara afirmaba:

"La obra de arte no debe ser la belleza en sí misma, o está muerta; ni alegre ni triste, ni clara ni oscura, regocijar o maltratar a las individualidades sirviéndoles pasteles de las aureolas santas o los sudores de una carrera arqueada a través de las atmósferas. Una obra de arte jamás es bella, por decreto, objetivamente, para todos. La crítica es, por lo tanto, inútil, no existe más que subjetivamente, para cada uno, y sin el menor carácter de generalidad".


Movimiento Dada y las ciudades dadaistas. Infografía de Rodrigo L. Alonso

Cosmopolitas e internacionalistas


Francis Picabia afirmaba que "uno debe ser un nómada que pasa a través de las ideas como pasa por las ciudades y los países". Y los dadaístas también fueron los más cosmopolitas y nómadas de todos los movimientos, corrientes y escuelas del siglo XX.

Los artistas dadá se dispersaron por diversas ciudades, de Zurich a Berlín, a Colonia, a Hannover, a París, a Moscú o a Nueva York. Aunque es cierto que cada núcleo dadá de las urbes más representativas manifestaban rasgos ciertamente diferenciados. Así, entre los dadaístas asentados en Zurich predominaba el componente más literario; los dadaístas en Berlín, presentaban rasgos más políticos e ideológicos. Por su parte, en Nueva York, con Francis Picabia, Marcel Duchamp y Man Ray como cabezas visibles, tuvo su expresión más claramente vinculada al mundo del Arte, ya fuera pictórico, escultórico o fotográfico.

La simiente de ese internacionalismo Dadá también había surgido en una Rusia revolucionaria donde habían hecho previamente su aparición el Futurismo y, muy especialmente, el Constructivismo. Según Hans Arp, el Dadaísmo hizo acto de presencia en Rusia en 1914, con campañas contra la guerra, plasmadas en carteles y collages que denunciaban el militarismo alemán, practicando una forma de expresión artística multiestilística y colectiva que se puede considerar proto-dadá, y que se bautizó como Todismo. "Nosotros –afirmaba Malevick, en 1915– hemos abandonado el Futurismo, y nosotros, los más valientes entre los valientes, hemos escupido en el altar de su arte".

Lo cierto es que en aquella convulsa Rusia, entre 1917 y 1924, prendió ese “virus” dadá, aunque en un contexto donde claramente destacó, primero el Suprematismo y, a partir de 1915, el Constructivismo de El Lissitsky y Rodchenko.


Anuncio de Merz, de Kurt Schwitters

Rasgos Dadá


Utilizaban diferentes lenguajes, de la poesía a la pintura, de la tipografía al teatro. Ese carácter multimedia de aquellos dadaístas originales puede muy bien ser representado por Hans Arp, uno de sus miembros fundadores en Zurich, pues además de escribir poemas, realizaba dibujos, collages o tapices.

Los rasgos peculiares de este "espíritu Dadá" se manifestaban en la provocación y el escándalo, la irreverencia, la subversión, la irracionalidad y la espontaneidad como reacción a la lógica funcionalista, así como la utilización de la ironía y el humor absurdo.

Criticaban el Futurismo aunque procedían en gran medida de él y utilizaban sus métodos de redactar y editar manifiestos y soflamas. Los dadaístas también concedían una gran importancia al aspecto gráfico y tipográfico de sus materiales impresos, y editaron un buen número de publicaciones que, además de servir como documento, con el paso del tiempo se han convertido en objetos artísticos muy cotizados.

Diseño gráfico, experimentación tipográfica, edición de revistas… Son materiales artísticos en sí mismos que han servido como documentación valiosísima para entender esa época y poder "contextualizar" las obras de un arte "efímero" que ahora se exponen en los museos. Archivos como el del santanderino José María Lafuente, están permitiendo reconstruir aspectos fundamentales de estas vanguardias artísticas que ahora cumplen su primer siglo de vida.


El legado Dadá


El urinario de Marcel Duchamp
El Dadaísmo tiene también interés por su carácter multimedia en cuanto a la variedad de sus lenguajes artísticos y expresivos: pintura, dibujo y diseño gráfico, junto a poesía y performances, obras de teatro, musicales, o cine documental y experimental. Se enfrentaron a los límites establecidos por las convenciones en el arte. Y lo que ahora denominamos transmedia, los dadaístas ya lo experimentaron sin prejuicio alguno.

Se trata de un legado y una influencia que ha recorrido el siglo XX. En palabras del reconocido crítico de arte Will Compertz, el movimiento Dadá "condujo al surrealismo, influyó en el arte pop, estimuló a la generación beat, inspiró al punk, y suministró las bases del arte conceptual".

También podríamos entrar en esa “transmisión” del enfoque dadá a otros campos de expresión como la escena, en el llamado "teatro del absurdo" que surgiría décadas después con autores como Samuel Becket o Eugene Ionesco.

Neo-Dadá se denominó también al movimiento artístico Fluxus, que en 1963, difundió su propio manifiesto. En su declaración, firmada por Joseph Beuys, contra "la enferma cultura burguesa, intelectual, profesional y comercial", y a favor de "promocionar el arte vivo". La historia se repetía.

Las actitudes iconoclastas siempre tienen atractivo y una “audiencia garantizada”. El urinario de Marcel Duchamp, presentado como obra de arte en un espacio dedicado al arte, se convirtió en la obra Dadá por excelencia, y el “autor”, en padre de lo que después se denominaría "arte conceptual". Se cambiaba así el modo de ver y entender el arte, que ya no va a ser sólo pintura o escultura; que ya no va a tener que ver únicamente con la estética y la belleza, sino con el mensaje.

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