El incierto futuro de los periódicos
El proceso de digitalización de la sociedad parece acelerarse y la tradicional lectura reposada del periódico impreso en papel podría tener los días contados. Es una cuestión de tiempo... de lectura.
¿Por cuanto tiempo más seguiremos leyendo noticias e informaciones en los periódicos impresos en papel?. La irrupción del Coronavirus parece haber acelerado el proceso de digitalización de la sociedad, y la prensa escrita no parece ser una excepción. Se habla incluso de una nueva forma de procesar la información por parte de nuestro cerebro, y la lectura es uno de los aspectos clave.
Este previsible proceso de cambio en el modelo de la prensa y la edición periodística supone, en primer lugar, la ruptura con una tradición cultural consolidada a lo largo de siglos. Exigiría también recuperar la prensa escrita como modelo de credibilidad, capaz de analizar e interpretar los hechos objetivamente en un entorno inabarcable de informaciones sin contrastar. Y finalmente, requeriría atraer a la publicidad, para poder mantener la actividad profesional de informar con independencia.
Tiradas menguantes
Podemos constatar que las tiradas son cada vez menores. También observamos cómo los quioscos de prensa, un clásico en el paisaje de nuestras ciudades, son más difíciles de encontrar. Cada vez van quedando menos y los que sobreviven, lo hacen a base de vender también otros productos.
Son bastantes las personas que conozco que han dejado de comprar el periódico, al menos a diario. Como mucho, lo hacen durante el fin de semana para leer también los suplementos y revistas que acompañan a la edición del sábado y el domingo.
Esa lectura del fin de semana supone habitualmente una experiencia más tranquila y reposada. En muchos casos no son noticias lo que se busca. Suelen ser más bien reportajes, análisis o entrevistas.
Si pensamos en públicos más jóvenes, en los milenials, por ejemplo, sus hábitos se alejan bastante más del consumo de información impresa y conciben ya pocos ámbitos de la vida al margen del entorno digital.
Dieta informativa
Ya seamos jóvenes o maduros, mujeres u hombres, más o menos cultivados, del norte o del sur, del este o del oeste, nuestra forma de acceder a la información ha cambiado mucho en poco tiempo. En este contexto, cuesta imaginar esos periódicos que hay que plegar por la mitad para poder llevarlos bajo el brazo o poder meterlos en una cartera o mochila, en un futuro más o menos próximo.
La presión medioambiental, los costes de producción y de distribución, la imposibilidad de competir con la inmediatez de acceso a la información. Son las razones que se plantean muchas veces al tratar este asunto tan recurrente.
Vistas así las cosas, podríamos concluir que todos los medios impresos tendrían los días contados, y los periódicos digitales –por el mero hecho de serlo– un brillante porvenir.
Sin embargo, si observamos el mercado de otros medios impresos, como las revistas, descubrimos que han aparecido nuevas revistas especializadas dirigidas a públicos concretos, bien cuidadas en su diseño y elaboración, con una periodicidad más dilatada, que se convierten en objeto de colección o al menos de "conservación" y conviven con su versión digital. También podríamos señalar cómo aparecen nuevas editoriales que publican libros muy cuidados para un público determinado.
Es algo que recuerda a los productos gourmet enfrentados a otros que podemos encontrar en las estanterías de los hipermercados donde abundan las "marcas blancas".
En el caso de las revistas, cuando aciertan con su público y su mercado y se sitúan en un sector bien definido, gozan también del favor de los anunciantes. Contratan publicidad y por lo tanto pueden mantenerse económicamente.
Al citar estas excepciones a la "metamorfosis digital", lo que valoramos son sus ventajas competitivas en términos de marketing: su tiempo de lectura, la conservación del producto en manos del lector (usuario, comprador, consumidor), gracias a un elaborado contenido y a un buen diseño. Dicho de otra forma: un vínculo más estrecho entre el lector y el editor.
La prensa digital, incluso la que representan las grandes cabeceras internacionales, como The New York Times, sigue inmersa en un desafío con respecto a la prensa tradicional: conseguir que el lector permanezca más tiempo leyendo esa información que recibe de forma online.
Los estudios encargados por los anunciantes revelan una y otra vez que el tiempo dedicado a la "visita" de periódicos online es menor que en las publicaciones impresas. Esa menor dedicación va acompañada de una reducción del nivel de concentración, de comprensión del texto en un entorno de infoxicación y competencia con otros medios y espacios web disponibles simultáneamente.
Diversas investigaciones académicas muestran que la comprensión de textos expositivos e informativos es más elevada cuando se lee en papel que cuando se lee en un medio digital. En resumen, que en igualdad de condiciones, se entiende mejor lo que leemos en papel.
Este detalle del "tiempo de lectura", cuando se traduce en una mayor "fidelidad", supone más o menos publicidad para un soporte o para otro. A los anunciantes no les interesan los visitantes compulsivos; prefieren, por lo general, lectores más reposados, más fieles, que valoren más la calidad que la cantidad, además de un envoltorio que haga agradable y fácil la experiencia de informarse. Para llegar a los primeros ya tienen asignado su presupuesto en las redes sociales, convertidas en un soporte publicitario en alza.
En realidad, es muy posible que la cuestión de fondo vaya más allá y esté cambiando la calidad de nuestra atención al leer, no tanto porque se trate de dispositivos digitales, sino porque el exceso de información disponible nos imposibilita atenderla, y mucho menos ser capaces de entenderla y analizarla.
Es algo que recuerda a los productos gourmet enfrentados a otros que podemos encontrar en las estanterías de los hipermercados donde abundan las "marcas blancas".
En el caso de las revistas, cuando aciertan con su público y su mercado y se sitúan en un sector bien definido, gozan también del favor de los anunciantes. Contratan publicidad y por lo tanto pueden mantenerse económicamente.
Tiempo de lectura
Al citar estas excepciones a la "metamorfosis digital", lo que valoramos son sus ventajas competitivas en términos de marketing: su tiempo de lectura, la conservación del producto en manos del lector (usuario, comprador, consumidor), gracias a un elaborado contenido y a un buen diseño. Dicho de otra forma: un vínculo más estrecho entre el lector y el editor.
La prensa digital, incluso la que representan las grandes cabeceras internacionales, como The New York Times, sigue inmersa en un desafío con respecto a la prensa tradicional: conseguir que el lector permanezca más tiempo leyendo esa información que recibe de forma online.
Los estudios encargados por los anunciantes revelan una y otra vez que el tiempo dedicado a la "visita" de periódicos online es menor que en las publicaciones impresas. Esa menor dedicación va acompañada de una reducción del nivel de concentración, de comprensión del texto en un entorno de infoxicación y competencia con otros medios y espacios web disponibles simultáneamente.
Diversas investigaciones académicas muestran que la comprensión de textos expositivos e informativos es más elevada cuando se lee en papel que cuando se lee en un medio digital. En resumen, que en igualdad de condiciones, se entiende mejor lo que leemos en papel.
Este detalle del "tiempo de lectura", cuando se traduce en una mayor "fidelidad", supone más o menos publicidad para un soporte o para otro. A los anunciantes no les interesan los visitantes compulsivos; prefieren, por lo general, lectores más reposados, más fieles, que valoren más la calidad que la cantidad, además de un envoltorio que haga agradable y fácil la experiencia de informarse. Para llegar a los primeros ya tienen asignado su presupuesto en las redes sociales, convertidas en un soporte publicitario en alza.
En realidad, es muy posible que la cuestión de fondo vaya más allá y esté cambiando la calidad de nuestra atención al leer, no tanto porque se trate de dispositivos digitales, sino porque el exceso de información disponible nos imposibilita atenderla, y mucho menos ser capaces de entenderla y analizarla.